miércoles, 23 de marzo de 2016

Nuestro Premio de Poesía en marcha

Hace 35 años que en nuestro cole celebramos el Premio de Poesía Antonio Machado.
Este año nuestro invitado de honor será el escritor asturiano Miguel Rojo. Su obra abarca todos los géneros: narrativa, cuentos, poesía ... :



“LOS CAMINOS DEL SEÑOR”

En la casa de mis abuelos de Zarracín, como en toda buena casa asturiana que se preciara, había en la sala una gran arca de castaño tallado; en su interior, sin embargo, y a diferencia de lo que solía ocurrir en otras casas, no se guardaba ropa de cama, sino libros. Una montonera de libros revueltos y sin orden que casi llenaba la totalidad del mueble.
Al oscurecer, y después de todo un día de duro trabajo en el campo, mis abuelos, tíos y primos regresaban a casa. Era el momento mágico en el que, tras asearse, todos iban al arca para rebuscar el libro que estaban leyendo en esos momentos. Desperdigados por los distintos cuartos, se enfrascaban en sus lecturas hasta la hora de la cena. Al acabar ésta, no era raro que surgieran interesantes temas de debate sobre las bondades o carencias de ciertos libros, pues cada uno tenía sus gustos y preferencias. Mi abuelo, por ejemplo, defendía que la poesía, y muy especialmente Donde habite el olvido de Cernuda (aunque sin desmerecer al mejor Lorca o Antonio Machado), era la reina de las artes literarias por lo que suponía de “hondura elementalidad” (realmente él lo decía en asturiano: “bien fonda elementalidá”). Mi tío Marcelín –tratante para más señas-, sin embargo, opinaba que “sólo la novela yera quien a carretar tolos rexistros que forman la complexa ya enguedeyada personalidá humana”, poniendo como ejemplo las novelas de Pío Baroja –Don Pío, decía él con respeto.
Aquella tertulia literaria en la cocina, a la escasa luz de una bombilla cagada por las moscas y con el enternecedor rumor de las vacas que rumiaban en “la corte”, podía prolongarse durante horas. Pocas veces asistía yo hasta el final. A pesar de mis protestas, mi abuela acababa por llevarme a la cama. Para aplacar mi rabieta, me leía todas las noches del libro que para ella representaba la cumbre de la literatura: “El Quijote”. Siempre el mismo capítulo, el octavo, quizás porque creía que era el más adecuado a mi corta edad, “Del buen suceso que el valeroso Don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación”.

Mi padre era cabo de la guardia civil en el pueblo de Puente de los Fierros. A pesar de lo que alguno pudiera pensar malévolamente, dada su profesión, era un hombre culto y amante de las letras. En la “Sala de Armas”, justo al lado de la hilera de mosquetones, había creado con sus propios libros una biblioteca. Por alguna razón que nunca llegué entender, renegaba de la literatura patria y sus preferencias iban dirigidas fundamentalmente a las letras francesas, de las que decía que “habían sabido calar en las bajas pasiones sin perder por ello un ápice de la belleza poética del lenguaje”. Los Flaubert, Zola, Céline, Proust y muy especialmente los “existencialistas” –mi padre afirmaba que en su lectura hallaba una justificación a su labor represora- con El Extranjero de Camus a la cabeza, eran moneda corriente de intercambio en aquel cuartel situado a los pies del Puertu Payares.
Al final de la jornada, mi padre y algunos guardias se reunían en la “Sala de Armas”, ya más bien “Sala de Lectura”, y comentaban sus impresiones -no exentas de la “virilidad en la exposición” que se supone- sobre sus lecturas. Yo asistía regularmente a esos encuentros y me dejaba aconsejar por las sabias opiniones de aquellos guardias que después de multar, socorrer, apagar incendios o detener a algún subversivo… tenían en la lectura su pasión secreta.

No sé si estos hubieran sido los caminos esperados para que yo llegara a amar la literatura como la amo… Porque lo que sí es que fueron justo los contrarios: haberme criado entre buena gente trabajadora que no leía un libro de ficción ni por asomo, y que no le encontraban mejor utilidad a los libros que no fueran de estudiar, que servir de calce a una mesa coja.
Y, sin embargo, aquí estoy: enfermo de literatura… ¡Ay, los inescrutables caminos del Señor!

Sus cuentos tienen version tanto en castellano como en asturiano:







Miguel Rojo reúne 32 de su cuentos, publicados periódicamente en los diarios El Comercio y La Voz de Avilés, en un volumen titulado 'El amor suicida'









'De qué estará hecha la luna' Pintar-Pintar (2008) )-, Berto está empeñado en saber de qué está hecha la luna, si se encontrará helada como los coarámbanos de navidad o caliente como los besos de mamá. Con la ayuda de sus amiguitos tiene una estupenda idea para llegar a la luna y descifrar así el misterio





'El viaje de Tin y Ton' Pintar-Pintar (2008)-, Tin y Ton son dos pulguitas que viven en la espalda del perro Troski, muy cerca del rabo de donde no paran de salir pedorretas y malos olores. Así que un día deciden cambiar de vida y acercarse a la cabeza del perro desde donde, según cuentan, se ven las mejores puestas de sol. Pero el viaje está lleno de peligros y sólo después de muchos líos y peleas logran alcanzar su objetivo. Y es que, como ellas dicen, siempre merece la pena luchar por los sueños.
 







   Raitán el petirrojo, Everest 2003 : Petirrojo cae en manos de unos niños, que lo meten en una jaula. El pobre animal está tan angustiado, que ni siquiera abre los ojos para así no ver los barrotes, pues necesita libertad. En su angustia y recogimiento, recuerda su vida, hasta llegar a su nacimiento, su salida del huevo.











El dinosaurio, el príncipe, la niña y su  mamá 2010 En este álbum saltan  por los aires todos los convencionalismos y estereotipos de los cuentos infantiles: la niña  no quiere ser princesa, la niña no se asusta de nada, la madre está cansada y no tiene tiempo para atenderla…Tampoco las geniales ilustraciones de Cabrero  son para nada las convencionales. Acuarelas cargadas de ironía y color, personajes deformados, expresionistas y llenos de detalles. Es su primer libro infantil pero texto e ilustración se integran perfectamente. 





BUSCADOR D’ESTRELLAS (BUSCADOR DE ESTRELLAS)





EL CUATRU
 
Cuandu yera nenu ya inda tenía alas
nos güeyos colos qu´escapar
al escribir los númberos dictaos pol señor mayestru
pedía-y a Dios qu´apaeciera un cuatru
p´asina sentame a descansar seique una migayina
de tan trabayosu trabayu.
Por esu quiero al cuatru.
Por esu na sienda fatigosa de toupar estos versos
de dar l.línea recta al caóticu marañu
d’ ideas ya sentimientos escribo algún cuatru
de vez en vez
de ralu en ralu
pa sentame a descansar comu cuandu yera pequenu
comu agora:    ¡_
                /
 

 
EL CUATRO
 
Cuando era niño y aún tenía alas
en los ojos para escaparme
al escribir los números dictados por el señor maestro
le rogaba a Dios que apareciera un cuatro
para así poder sentarme a descansar
de tan trabajoso trabajo.
Por eso quiero al cuatro.
Por eso en la dura senda de encontrar estos versos
de dar línea recta a la caótica madeja
de ideas y sentimientos escribo algún cuatro
de vez en vez
de poco en poco
para sentarme a descansar como cuando era pequeño
como ahora:    ¡_
                /


PRÓXIMAMENTE OS DAREMOS EL RESULTADO DEL FALLO DEL JURADO SOBRE LOS PREMIOS.